Bas-harria
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400 años a cuestas y después de tanto, todo se queda en algo
insustancial. Últimamente demolen caseríos de antaño de la noche a la mañana.
Las causas son de diversa índole. Las maneras, se asemejan al fundamento de su propio
empeño. Pero dejemos los juicios de lado para otra ocasión. En este espacio sólo
se lo cederemos a nuestro pesar. Y es que, estos baserris/basharris son los que
han llevado la mochila del progreso de nuestro pueblo. Gracias a ellos y a
quienes los han habitado, y los habtian, somos lo que somos. En Andoain, entre
otros, está el caserio Illarramendi tan longevo como la propia villa. En los
documentos de la fundación de Andoain bien queda registrado su existencia. Pero
durante este último siglo, sus tierras han quedado reducidas a causa de las
diversas vías de comunicación. Y ahora, tiene las horas contadas para servir a
la ampliación de una empresa industrial y para que un supermercado de grandes
dimensiones pueda aterrizar sin problemas. Más allá de criticar esta decisión,
creemos más importante agradecer con aflicción todo lo que ha sido y ha hecho
por aquello que le rodea. No habría ni que decir que es necesario tener
caseríos como el de Illarramendi. Ellos son los que nos facilitan alimentos
frescos de calidad; ellos son los que cuidan en cierta medida nuestro medio
natural y gracias a ellos y a sus moradores amamos nuestro entorno. No podemos
pedir más a la llama que cuida de nuestros bosques. Porque sin la “gar”ra (llama)
la “har”ia (piedra) se queda en nada, sin la “har”ia no habría “basharriak”
(piedras del bosque o fuegos del bosque) y sin baserris los “herri”s (pueblos)
se quedarían en cero.
Como curiosidad: en época romana las zonas habitadas se
contabilizaban por fuegos. De ahí la importancia de la “gar”a (llama)
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