Son muchos los
siglos de la primera hoja de cada árbol que apreciamos. Tenemos claro que han
sido testigos del mil y una leyendas. Sin embargo, al igual que cualquier sabio
entrado en años, el enigma queda en su interior. A pesar de ser testigo de
grandes barbaridades, la naturaleza, con toda su paciencia, vuelve a su ser; he
ahí la clave de la sabiduría. Por eso, acariciar cualquier ramal milenario
siempre es especial. Es más, sabiendo que aquello que pisamos es tierra sagrada
hacen de estas tierras algo único. Mientras, miles de años atrás, nuestros
ancestros ofrecían su alma a la madre tierra mediante dólmenes y crómlechs, nosotros,
al igual que nuestros ancestros hacemos una reverencia a nuestra integridad
formando un grupo excepcional a la vera del círculo sagrado. Bien mediante apoyo
mutuo, caminando al ritmo del que más lo precisa,... y todos con un mismo
objetivo; pasar un día fantástico. Por ello nos alegra conocer gente
maravillosa; nos alegra sentir la ayuda y el apoyo; por ello, nos alegra que la
naturaleza nos acaricie entre sus brazos; nos alegra pisar la huella de
nuestros antepasados; nos alegra sentir, palpar la ilusión de alguien que viene
de muy lejos; nos alegra ver tantas estrellas en plena luz del día; nos alegra
ver que no son pocas las personas solidarias. Para cuando queráis aquí nos
tenéis y esperemos que esta chispa perdure "milenios" al igual que los árboles que nos han rodeado.
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