La leyenda de Amalur y el petirrojo
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En el principio de los tiempos había un viejo diablo al cual todos conocían como Etsai. Este, llego a ser el terrible maestro de Atarrabi y Mikelats. Estos fueron los únicos que escaparon de sus garras. Sin embargo, lleno de ira, cuentan como cada noche habiendo escuchado música y carcajadas en su caserío atraía a los montañeses. Una vez allí, los montañeses habiendo pisado tierra blanda, les clavaba una alcayata y aprovechaba para robar sus almas.
Según una leyenda, se dice la madre tierra, Amalur, se empezó a preocupar ya que no entendía la ausencia de algunas almas. Ante esto hizo llamar a todas las lamias para poder saber del paradero de estas almas. Recorrieron cada rincón, cada comisura con el fin de tener una respuesta. Hasta que una noche, estando alrededor de una hoguera escucharon las risotadas de un lejano caserío. Ante semejante algarabía, se acercaron a la posada dejando encendida la hoguera para así poder orientarse al regresar. Etsai, percatándose de la presencia de amalur y sus lamias, bajó a escondidas hacia la hoguera y arrojo su manto con el propósito de apagarla. Sin embargo, un pequeño petirrojo acogió en su pecho una pequeña brasa y esperó frente a la hoguera para así ayudar a su diosa.
Amalur, aprovechando la ausencia de Etsai, quitó cada alcayata liberando así las almas. Cada alma fue acompañada por las lamias a su hogar. Mientras, Amalur clavo una y cada una de las alcayatas en sentido contrario. Ante esto, Etsai entrando en su morada, vio a Amalur y bien creía que iba a quedar atrapada por siempre, pero no supo lo que ella había planeado y se quedo clavado en la entrada sin saber como deshacerse de aquel “hechizo”. Ante esto, Amalur salió de aquel caserío y le condenó a Etsai por mil años por su acto cruel. Al salir, el pequeño petirrojo empezo a soplar la brasa para así orientar a Amalur. Ante esto, y premiando su valentía hizo que su pecho quedase rojo por siempre como signo del bien y de la luz.
Se cuenta que Etsai continúa atrapado entre los clavos. No obstante, si vagáis de noche por la montaña tratar de no ser seducidos y de no dejar huellas en tierra blanda.
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