El primer estribo

Alza la vista, si

Agacha la mirada, no.

Una sonrisa, un gesto.

Donato nos muestra que sus ojos pueden guardar mil locuciones. De ahí su talante comunicativo. Preguntas y más preguntas volando sobre su azotea; la respuesta sin embargo, concentrada sobre si mismo. Y es que la persona es la que nos debe importar; nosotros simplemente facilitamos su objetivo; y prever su salud, su seguridad es en un principio más importante que conocer la propia montaña aunque un paso más adelante compensemos la importancia de esta. No obstante, ¿cómo hacerlo con Donato? He ahí el primer estribo de nuestra experiencia; el primer estribo donde es fácil fracturar sus propios derechos. Cada palabra de Donato está en su propia mirada; de ahí es de donde debemos partir para comunicarnos; no hay mayor secreto que ese. Usemos el sentido común y veremos que cualquier retrato facilitaría su comprensión. Aún así, debemos cuidar lo que le rodea, debemos hacerle sentir cómodo. Para ello quedamos en un espacio acordado por él, mostramos fotografías donde la diversidad natural quede reflejada, dejamos en el aire preguntas y más preguntas dónde el si y el no estén bien acogidos,… simplemente queremos llegar al hábitat que está en su mente, a su deseo; y para llegar a tal partimos de lo universal. El tiempo no tiene que ser obstáculo ya que nos ayuda a saber qué se quiere; y este, en un mismo tiempo, abre las puertas de la confianza. Sin este, los miedos se multiplican, y la naturaleza es para disfrutarla. Sólo así saboreamos de nuestra biósfera y sólo así facilitaremos los derechos de quien los precise. El qué, cómo, con quién, a dónde, cúando… está en manos de la persona; nosotros sin embargo, vamos construyendo el perímetro de seguridad. Y sólo de ahí seremos dueños de nuestro primer tesoro; la complacencia inicial de la experiencia con esa persona. He ahí uno de los mayores secretos sin misterio que poseemos.

Pero… ¿qué habrá pedido Donato en esta ocasión?